Negro como un Tito

Retumba a cada paso en esta ciudad: Mozart, Mozart Mozart. Salzburgo es un lugar santo, como Lourdes, pero en vez de una piscina salutífera son los escenarios del Festival sus lugares de curación musical. Año tras otro, peregrinamos cientos o miles de buscadores de esa rara perfección musical que a veces se da aquí.
Han sido cuatro días maratonianos en los que he por primera vez asistido a la Overture Spirituelle del Festival. Y sí, he tocado el cielo.

Me había propuesto abstenerme en esta ocasión de la ópera y concentrarme en lo exclusivamente musical para evitar esas decepciones que incluso aquí se suelen experimentar. Pero la providencia se cruzó en mi camino en forma de esayo general de La Clemenza di Tito.

También aquí, en la capital mozartiana del mundo, se puede ser un hereje. Esta obra de encargo…¿no está como a medio cocinar? Esa distribución extrañísima de recitativos a secco y números que no son ni arias ni concertantes sino una mezcolanza de todo ello siempre me han dado que pensar. Momentos hay de grandísima inspiración mozartiana en verdad, pero ¿no tiene la obra como agujeros, momentos donde la acción dramática pediría un aria/reposo y sólo nos encontramos con un rápido recitativo? Y ese perdón final ¿no es inverosimil incluso para una opera seria?

Mr Sellars, cuyo peluquero tiene aún más desfachatez que yo, ha debido pensar lo mismo. Y su amigo Mr Currentzis, de estilo capilar tambíén muy arriesgado, también debe sentir algo parecido. Y ellos, que pueden, han decidido «arreglar» la obra. Lo primero es plantear el conflicto en términos actuales, incluso polémicos, El terrorismo parece una muy buena idea. Y, contra terrorismo, que es uno de los pecados de nuestro mundo, la virtud correspondiente es, según este nuevo sistema de pensar, el perdón.

Así al final del primer acto, leemos en los supertítulos de la obra como Sesto se autocalifica de terrorista, en vez de traidor y le vemos disparar a bocajarro a Tito Vespasiano. Pero esa violencia directa fuerza aún más la conclusión de la obra. ¿Cómo hacer viable esa clemencia final? Dando al emperador un halo de santidad, ligando su figura a la de uno de los mártires de nuetro tiempo, dándole los rasgos de Martin Luther King. Por eso durante el segundo acto Tito casi no se levanta de su trono de sufrimiento: una cama de hospital. Sólo lo hará para perdonar y agonizar hasta la muerte.

La dimensión ético/política del libreto original se enriquece con una dimensión religiosa que no parece estar en la música. Pero esto es fácil de arreglar. Aunque Mozart no fuera un místico  como Bach, su catálogo de música religiosa es muy apreciable. La música fúnebre masónica es el candidato perfecto para acompañar la muerte de Tito y ya puestos a añadir, no parece mala idea trufar el resto de la obra con números procedentes, creo, del Requiem (benedictus), de la Gran Misa dn Do menor (Kyrie, laudamus, Quoniam) o piezas instrumentales como el Adagio y Fuga K 546.
Si hubo cortes, no fui consciente de ellos. Supongo que éstos, junto con los añadidos, se clarificarán en el programa de mano al cual no tuve acceso por ser el ensayo general.
Estas morcillas musicales fueron convenientemente introducidas en el tejido musical de la obra mediante unos pasajes compuestos o improvisados por la excelente continuista, que además tuvo un protagonismo mucho mayor de lo habitual en el resto de la obra.

La tentación de cambiar además el venerable libreto metastasiano me imagino ha debido ser casi irrestible pero no conozco la obra tan a fondo como para saber si lo han respetado.
Al final de todo ello y aunque vayamos directamente al infierno Mozartiano donde supongo que se interpretarán solo las obras de Salieri, tengo que decir que la herejía funciona muy bien.

La capacidad de Peter Sellars de unir gesto dramático y gesto musical es bien conocida y aquí vuelve a funcionar catapultado las excelentes prestaciones de los intérpretes a la categoría máxima de la verdad operística. La rabia de Tito en su agonía, el arrepentimiento de Vitelia, pero sobre todo el gran momento de Sesto, su aria con clarinete obligado, son momentos operísticos muy difíciles de superar.

Si algún pero hay que ponerle a todo este tinglado, tiene que ser el ruido escénico. La Overtura era en ocasiones dificil de oir por las carreras que el coro hizo de parte a parte del enorme escenario del Felsenritterschule. Una verdadera pena porque la dirección de Currentzis es una auténtica maravilla, un prodigio de matización, de una variedad de gestos casi increíble, no menos que la respuesta de la orquesta y coro de musicAeterna. No tendrá el prestigio entre los aficionados de otras batutas pero creo que se está forjando una futura estrella.

Una no…dos. La Crebassa estuvo simplemente sublime. Hace unos años triunfó aquí con Charlotte Salomon, en DVD lo podéis comprobar. Esto es la confirmación de una voz muy bella y de una gran actriz. Su Parto, ma.. será imposible de olvidar.
A su lado, el resto del reparto quizá palidezca. En lo menos positivo, un Williard White de voz algo cansada. El Tito de Russell Thomas se me antojó la voz menos mozartiana de todo el equipo, quizá su fraseo fuera víctima de la intensidad dramática de algunos momentos. A Jeanine de Bique le pusieron en apuros los graves del Kyrie de la Gran Misa en Do Menor. Tanto su Annio cono la Servillia de Christina Ganz fueron cantados con gran belleza. Golda Schultz también abordó con éxito la ingrata Vitellia

Solo me queda encontrar las señas del estilista capilar de Sellars y Currentzis a ver si se me pega algo.

Teodor Currentzis, Conductor
Peter Sellars, Director
George Tsypin, Sets
Robby Duiveman, Costumes
James F. Ingalls, Lighting
Antonio Cuenca Ruiz, Dramaturgy

CAST

Russell Thomas, Tito Vespasiano
Golda Schultz, Vitellia
Christina Gansch, Servilia
Marianne Crebassa, Sesto
Jeanine De Bique, Annio
Willard White, Publio
musicAeterna Choir of Perm Opera
Vitaly Polonsky, Chorus Master
musicAeterna of Perm Opera

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